– ¿Qué tenemos aquí, sargento?
– Un varón con fisionomía de varón y adn de hombre humano le ha prendido fuego a la clínica con un lanzallamas.
– ¿Ha escapado?
– No, señor, es ese muñeco renegrido que ve allí al fondo.
– Puaj, qué desagradable, sargento.
– Lo siento, señor… Los sistemas de protección de la puerta le franquearon la entrada porque ya era cliente de la clínica.
– Un cliente insatisfecho, entiendo.
– Hemos consultado su ficha en la nube y al parecer le modificaron el ancho de la frente y el gesto de la boca para que el algoritmo de reconocimiento facial de su banco le concediera una hipoteca.
– ¿Se la concedió?
– No, señor. No solo se la denegó sino que le bloquearon todas las cuentas por intento de estafa. El algoritmo fue engañado, pero no en el sentido que el sujeto pretendía. Según la consulta que hemos realizado con el ordenador del banco, su estructura facial correspondía a la de un psicópata con propensión a los atracos.