En Menglingo no hay abetos, pero hay árboles parecidos que servirán igual. He arrancado uno, con algo de esfuerzo porque no estoy acostumbrado a hacerlo, y ahora lo llevo al hombro de vuelta a casa.
Por el camino la gente me mira de reojo, al final me he cansado de la carga y he parado un palanquín para que me ayude.
Bolas, adornos, no tengo exactamente, pero entiendo lo que son y los he fabricado yo mismo utilizando cáscaras duras de frutos que tienen forma más o menos esférica. He cortado en madera el adorno de arriba.
Mi habitación parece ahora un taller, hay herramientas por el suelo, tierra que se ha derramado al llenar el macetón donde he plantado el árbol, restos de los frutos que he roto para los adornos y trozos de ramas que han caído durante la operación.
Me dirijo a la mesa que está junto a la ventana para continuar leyendo sobre la Navidad y unos grandes cuervos negros que estaban mirando hacia adentro graznan ruidosamente y hacen un corto vuelo de retirada por si acaso me da por atacarles.
Leo el texto que tengo sobre la mesa: «En Navidad hay que hacer al menos una buena acción por los demás al día».
Me asomo al balcón y miro la multitud de gente que camina o se ocupa de sus asuntos buscando alguien a quien ayudar. Junto a la esquina de mi casa hay un palanquín con una rueda atascada en un agujero. El palanquero está intentando liberarla pero no tiene suficiente fuerza. Bajo corriendo antes de que se me escape mi buena acción del día y llego jadeante junto al pequeño incidente. Sin mediar palabra aplico mi fuerza junto a la del palanquero y, entre los dos, conseguimos liberar la rueda.
Vuelvo a mi habitación y sigo leyendo el texto sobre la Navidad. Es emocionante pensar que una vez hubo seres parecidos a nosotros que tenían ritos tan curiosos y sobre todo es muy interesante pensar que quizá esos seres que celebraban la Navidad vivían en el mítico planeta Tierra, de donde se supone que provenimos nosotros, los habitantes del planeta Menglingo.
Por último tengo que hacerme un propósito para el nuevo año y aunque en Menglingo no sea exactamente igual, mi decisión está tomada: dedicaré mis estudios a averiguar si el planeta Tierra existió alguna vez y si realmente los glings provenimos de él.